Hay una rebelde de cinco kilómetros bajando desde una Santa que se llama Elena
Suena a 150 litros por segundo en verano, en invierno hasta a 300 litros y corre con tantas piernas que alcanza los 9 metros por minuto. Hay partes donde parece ir con un par de remos. Si el río suena es porque piedras trae, pero arriba en las montañas, donde más se podría escuchar su risa, suena su lamento por un cinturón que la está apretando tanto que sus piedras ya no la acompañan. A duras penas, con un condominio que se hace llamar verde y la estrangula, es capaz de cargarse a sí misma cauce abajo. Y lo logra, no existe quebrada de mis amores que no tenga en sí misma la magia de sanarse. Coge fuerza y empieza a saltar desde peñas más altas, toma impulso desde las rocas y se lanza, volviendo a coger bocanadas de un aire que tampoco es del todo puro. Y, aun así, respira. Respira tres, cuatro, cinco veces. Jugando a las burbujas con ella misma, recuperando la vida que arriba le niegan.
Esta hija mía, a quien llamé La Volcana, saluda a los que no saben su nombre, le pica el ojo a las ardillas y le tira besos a las orquídeas justo antes de unirse con el río que lleva el nombre de la ciudad. Hay reinas silenciosas que tienen un vozarrón entre líneas. Pero cuidado, las quebradas tienen guardianas de otros y de estos tiempos a las que es mejor hacerles reverencia, créeles a las lindas del bosque cuando te dicen que escuches.
Nace a 2.700 metros sobre el nivel del mar
La Volcana, corriente hídrica al suroriente de la ciudad y una de las más relevantes de la comuna de El Poblado, se sacude desde el monte, en el límite de los valles de Aburrá y San Nicolás, hasta bajar entre los edificios y unidades residenciales de este sector de Medellín. Antes de ceder sus aguas al río Aburrá, recorre el centro comercial Oviedo y la Universidad EAFIT. En su trayecto, de unos cinco kilómetros, recibe el tributo de la quebrada Los Balsos.
Cógete bien. Pon las patas entre las raíces y las manos entre las ramas. La próxima vez que venga el heredero del viento y sople -porque soplará, eso no lo dudes- la fuerza de la boca puesta en O te peinará y te hará Una trenza de hierba sagrada capaz de aguantar hasta la próxima luna. De luna en luna irás tejiendo una Tierra nueva. Te estaré observando entre nubes y montañas, cómo vas bajando con ayuda de un cauce que por aproximadamente dos millones de años ha recorrido el sur del Valle de Aburrá y, con amor, te tiende la mano. Es posible que si estás muy terca, te mande un rayo digno de madre, que te retumbe bien abajo hasta los pies y bien arriba hasta las sienes.
"¿Quién valora lo que tenemos? ¿Quién valora una vida humana, quién valora un río, quién valora un ecosistema?"
Heber Alejandro Escobar Pineda, profesor de Hidrología de la Universidad EAFIT.
Será fácil reconocer a las guías que necesitarás en este viaje
Las lindas del bosque, cuando están en la ciudad y trabajan en las plazas, van recolectando pétalos secos y frescos en sus cabezas, a veces con pelo recogido, corto o suelto. Los pétalos deciden orgullosamente acompañarles los pensamientos, adornarles las fórmulas -que todo tienen de médicas- mientras se las recitan a quienes con dolores y pesares llegan a los números de sus locales.
Créeme a mí cuando te digo que lo salvaje vuelve siempre
Los zorros que por acá transitan son más primos que tus primos, que el agua -y que esto te quede claro- es más madre que la tuya porque también es madre de tu madre y ha sido madre de tu abuela y madre de la madre de tu abuela. Te lo digo yo, madre de todo, que el agua también es hija mía. El mismo chorro del que hoy tomas ha nutrido a miles antes de ti y cuando a la tierra vuelva serán otros tantos miles los que traguen felices después de ti.
"Antes que conocimiento y razón, somos seres sensibles".
Lina María Zuluaga García, antropóloga de la Universidad de Antioquia y jardinera de corazón.
Hazle caso a quienes te digan que es necesario vivir al ritmo de las flores y sigue a la linda que se adentre en un bosque para darse un baño. Huye, corre, cuando te digan que tu vida en este planeta no es salvable. No les creas.
Mira con ternura a los yarumos, ceibas y algarrobos y aprende a leer sus formas. Encontrarás mejores secretos entre los espirales de las hojas que se comen a mordiscos los cuentos que te han contado tus hermanos humanos. Y tus hermanos, ojo con esto, tendrán que aprender de ti si ya tienen varias primaveras encima, tenles paciencia, llevan construyendo durante varios ciclos del sol una muralla ante los horrores que han visto. Besa sus muros con la misma ternura con la que yo beso tus sueños. Con el amor y el tiempo estos se volverán paredes y las paredes se volverán linderos y los linderos, si aún puedes agacharte y tienes a alguien que sostenga hacia arriba y hacia abajo los alambres de púas, serán fáciles de atravesar.
Me acabas de escuchar bien, bonito si tienes compañía, este viaje puedes hacerlo sola pero no tienes que probarlo, si naciste ya es prueba suficiente de tu coraje y de tu valentía para enfrentar la vida, será bonito que te acompañes en el camino y tengas con quien compartir las guayabas que caigan de las ramas.
Ponle cuidado a las manos de una mujer, será bonito preguntarle cuánto amor ha construido con los regalos que salen de la tierra.
“La piedra había estado allí mucho antes de que pasara el primer ser humano. Innumerables generaciones, cada una con sus propias vidas y destinos, habían pasado junto a ella”.
Johan Ottosson en La mente bien ajardinada
Arrulla a las semillas cuando las estés cosechando, se están desprendiendo de una vida conocida para empezar la propia, y eso, tú bien sabrás, pone a apretar los dientes.
Tomado del libro La mente bien ajardinada, de Sue Stuart Smith.
Ojo, si siembras tres ahuyamas pues te comes una, compartes otra y la tercera la puedes vender.
Esta tierra está haciendo cuentas de cuánto le exigimos proveernos y de cuánto somos, en realidad, capaces de comernos. Si sabes apreciar la magia que se cocina entre las recetas de hace tiempo, podrás escuchar el canto detrás de cortar un ajo, de moler el maíz y revolver un caldero. Si escuchas bien, incluso, dejarás de necesitar oídos y podrás ser cómplice del mundo de afuera.
“Que los poderes estaban en todas partes y no eran nada y eran todo y eran la tierra y las raíces y los tallos y las hojas y las flores y las frutas y las semillas…”
Tomado del libro La mano que cura, de Lina María Parra.
La vida se manifiesta de maneras más allá de las que logras, a veces, comprender...
Así que la próxima vez que escuches a un bebé llorar, cierra los ojos con ternura y cariño, pues estás, en ese preciso instante, presenciando la divinidad entre sollozos de un animal sintiendo la vida. Estrecha bien la mano e inclina bastante el cuerpo cuando conozcas a una partera, entre las lindas del bosque ellas conocen bastante bien el hilo firme y delgado en el que nos equilibramos jugando entre la vida y la muerte.
La Tierra nos llama a ser guardianes, a tejer con amor y respeto por la vida que fluye en sus aguas y se renueva en sus bosques. Está en nuestras manos, y el monte nos espera con los brazos abiertos.