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espejismos de belleza

En esta «modernidad líquida», el concepto que alguna vez elaboró el sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico de origen judío, Zygmunt Bauman, la baja autoestima es una de las crisis reforzadas de la actualidad. La inconsistencia de las relaciones interpersonales crecen en los tiempos de unas redes sociales que promueven la inmisericorde competencia de la apariencia física esculpida, los lujos, las posesiones y varias cosas banales que se replican numerosamente en las pantallas móviles. Ese poco cariño propio partió en dos la vida de Sara, tras incontables comentarios dañinos que recibió del que algún día fue su pareja más “estable”. Las comparaciones con modelos y celebridades reconocidas, las críticas destructivas y los señalamientos despectivos comenzaron hacer eco en sus noches. Su silencio fue ruidoso, y tratando de ponerse nuevamente en el radar de un hombre inescrupuloso, tosco, tras una ruptura dolorosa, decidió ingresar al gimnasio. Allí dedicó tardes enteras en busca de disminuir su peso como objetivo innegociable.  “Recuerdo que comencé a ir mucho al gimnasio. Por ese tiempo se estaba impulsando mucho el crossfit y el mundo fit. Yo permanecía allá horas haciendo cardio, pero no veía resultados. Eso no me hacía sentir bien, y ni siquiera iba para cuidar mi salud, sino únicamente por verme mejor.” Sin embargo, la obsesión por ajustar su figura al gusto subjetivo de su amor, y ante la ausencia de resultados inmediatos entró en el arriesgado mundo del ayuno intermitente, un periodo agresivo donde se alternan los tiempos de ayuno y alimentación.
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El principal rasgo de un método que debería ser siempre acompañado por profesionales, consiste en primera instancia en dejar de comer y cumplir con 16 horas sin consumir ningún tipo de alimento. Partiendo de este dato, es una especie de “dieta” hecha para personas con cierta fortaleza mental y conocimiento nutricional, que además le haga fácil incluir los nutrientes necesarios en el día a día. Sara, algo precipitada, comenzó poco a poco a aumentar las horas de ayuno, desarrollando el reconocido trastorno alimenticio que popularmente se conoce como anorexia, llevando esta tendencia a la relación “si en 16 horas logré adelgazar 1 kilo por semana, ¿cuánto adelgazo si hago 20 horas de ayuno?”

Los huesos de su cuerpo comenzaron a sobresalir en su delicada piel, que frente a los espejos, enfocaron para siempre una profunda agonía que la acompaña desde entonces.

“Por ratos veía en los espejos lo que quería ver, pero con el tiempo me fui dando cuenta que era muy malo lo que estaba haciendo. La piel se me estiraba, los huesos se me querían salir, me mantenía cansada, pero por las noches no dormía.”

Sara tardó un buen tiempo en hablarlo con su familia, pero cuando ya no pudo ocultar lo evidente, decidió recibir ayuda profesional para someterse a múltiples tratamientos. Hoy, después de mil batallas enfrentadas ante un fantasma del que será difícil desprenderse en su totalidad, reconoce que hay consecuencias que tal vez no pueda dejar atrás.

“El ayuno fue un episodio y una decisión de vida que me dejó muchas secuelas que seguramente nunca se van a borrar. La anorexia es algo de lo que usted nunca se va a lograr desprender, así usted ya esté trocita, así usted aumente de peso, eso ya es un fantasma que está en tu mente y nunca se va a ir” -asegura Sara

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Según Sebastián Giraldo, psicólogo del CES, “Es importante saber que los seres humanos muchas veces construimos conductas y formas de relacionarnos por medio de la imitación, queriendo ser a imagen y semejanza de otros, desvinculándose totalmente del “yo” o de su integridad y construyendo otro “yo” u otro significado de sí misma a partir de lo que le indique otra persona, entonces cuando ella se ve al espejo, no se ve.

A partir de esta premisa, Sara no lograba encontrarse en ese espejo lleno de inseguridades creadas no sólo por personas, sino también por las exigencias de una sociedad que tiene como pretexto un “ser saludable” que muchas veces solo esconde vanidades o falsedades detrás de cuerpos fuertes y tonificados pero con mentes débiles y enfermas.

Después de llevar procesos psicológicos por varios años, más recuperada y tratando de dejar atrás el tormentoso capítulo que marcó su vida, utiliza sus redes sociales para promover una vida saludable y responsable, teniendo como idea de vida que los caminos fáciles no llevan a ninguna parte y además que la decisión de ser fitness la tomas cada mañana cuando decides hacer las cosas diferente, cuando decides que tu salud está por encima de muchas cosas, incluyendo del peso y las medidas.

Por esto para Sara, un nuevo peso no le quita lo aprendido y con el tiempo fue entendiendo y enseñando que ser saludable, fitness o cualquier otro término, va más allá de simplemente comer avena, tomar proteína y eliminar el azúcar. Es simplemente tomar la decisión, así lo define ella. Es decidirse por levantarse más temprano a hacer ejercicio, de cuidarse y proteger su integridad sin vulnerar sus límites. 

Finalmente es la razón por la aún no ha hecho pública la situación que algún día vivió y que para este relato decide cambiarse el nombre, pues cree que darle voz al problema no soluciona que allá afuera, detrás de las pantallas hay mujeres que sufren un infierno con su alimentación y su mente, y prefiere mostrarles a quienes la siguen, el camino correcto, las estrategias y soluciones para tener una buena relación con la comida y entrar al tan aclamado mundo fitness.